El cambio es inevitable y sin embargo podemos reaccionar frente al cambio de diferentes formas. Para algunos, el cambio puede ser aterrador, intimidante o triste. Para otros, el cambio puede ser excitante y alegre. Algunas veces aceptamos el cambio, otras veces nos resistimos a él.
La impermanencia es un tema central del Budismo. El Budismo nos enseña ecuanimidad en medio del cambio y cómo responder más sabiamente a la impermanencia. En las últimas palabras de Buda, “Todas las cosas condicionadas son transitorias. Esfuérzate con diligencia.”
La impermanencia es un tema central en muchas religiones, aunque a menudo está asociada con sufrimiento. En estos casos, se sugiere que el fin del sufrimiento se puede lograr elevándose por sobre el mundo de la temporalidad. Buda asumió de una forma diferente el sufrimiento al descubrir que el sufrimiento no es intrínseco al mundo de temporalidad sino que el sufrimiento ocurre cuando nos apegamos. Una vez dejamos de estar apegados y tratando de escapar de ese sino que es el mundo transitorio, el sufrimiento terminará.
En efecto, es posible hallar belleza y comodidad en un mundo de cambio, y encontrar nuestra liberación en medio de la impermanencia. Podemos minimizar el apego con darnos cuenta lo transitorias que son las cosas a las que nos apegamos. Luego podemos empezar a ver qué tan fútil es buscar una felicidad duradera en esas cosas que son transitorias, o podemos examinar más detenidamente las razones por las que nos apegamos.
Podemos entender la impermanencia en una de las tres formas. Primero, hay una forma obvia de ver la impermanencia. Vemos que todas las cosas cambian. Vemos enfermedad, vejez y muerte. Vemos el cambio de las estaciones y del clima, de la sociedad y nuestras emociones. Podemos aprender a relajarnos en una experiencia al darnos cuenta que es transitorio, o podemos dejar de resistirnos al cambio y darnos cuenta que es inevitable. Podemos aprender a tener compasión reconociendo que todos los seres están sujetos a la enfermedad, vejez y muerte. No obstante, este entendimiento de la inevitabilidad de la impermanencia no lleva necesariamente a creer en ella. Aunque podemos reconocer que otros mueren, puede que no creamos en nuestro propio final.
La segunda forma de entender la impermanencia es por medio de la comprensión, con la observación directa de la naturaleza de las cosas. El Budismo nos ayuda a abrirnos a este menos perceptible entendimiento de la impermanencia. Al practicar una profunda y concentrada circunspección, logramos ver dentro del momento a momento, ir y venir de todas las cosas. Empezamos a ver que todas las cosas, incluso esas cosas que parecen constantes, están en constante cambio. Con esta visión de temporalidad viene la comprensión que es fútil el aferrarse a algo ya que todas las cosas vienen y van en la existencia. Además, empezamos a ver que nos apegamos a ideas y conceptos en vez de cosas reales y experiencias. Por ejemplo, podemos pensar que nos apegamos al dinero cuando de hecho nos apegamos a nuestra idea de lo que el dinero nos traerá o hará por nosotros.
Finalmente, podemos entender la impermanencia como un camino a la liberación. Una vez seamos capaces de ver la impermanencia claramente, empezamos a ver que a nada de lo que existe nos podemos apegar. Con esto en mente, empezamos a relajarnos y a ver la realidad ante una luz más fluida. Esto además puede liberarnos. De acuerdo con Ajahn Chah, “Si dejas ir un poco, tendrás un poco de paz. Si dejas ir mucho tendrás mucha paz. Si dejas ir completamente, tendrás paz completa.”